El neofalangisme

05 Jul 2018

Ahir i avui (4)

Hem seleccionat un significatiu article de José Antonio Primo de Rivera “ El separatismo sin máscara” (1934) perquè el seu contingut, i fins i tot el vocabulari emprat “desacato, insolencia, indisciplina jerárquica, separatismo bárbaro…” ens resulta familiar i torna a tenir ressonància en determinats mitjans de comunicació i en el mateix discurs de diversos partits parlamentaris, no tots malauradament, de dreta o d’extrema dreta.

Però qui era i què representava José Antonio Primo de Rivera? Advocat de forta i magnètica personalitat, fill primogènit del dictador Miguel Primo de Rivera, imbuït de les idees del feixisme italià i del nazisme fundà la “Falange Española”; un partit feixista espanyol que pretenia la construcció d’un nou estat totalitari, amarat de catolicisme i de l’anomenat nacionalsindicalisme. Ras i curt: amb aquest pretès nou estat totalitari les classes socials desapareixien sota el control del “Sindicato Vertical”. Feixisme a l’espanyola, és a dir, copiat de l’exterior però empeltat amb les ràncies tradicions hispàniques que havien beneficiat les classes dirigents de sempre.

Partidari del que anomenava “dialèctica de los puños y las pistolas” va ser elegit parlamentari el 1933 i participà en la conspiració que dóna lloc al “alzamiento nacional”, de caràcter militar, des de la presó d’Alacant, on fou afusellat el 20 de novembre de 1936. En el franquisme es va convertir en una figura enigmàtica – el Ausente – i la seva fotografia estava sempre penjada a les aules dels col·legis al costat del crucifix i d’en Franco.

En la seva concepció de l’Espanya totalitària una de les seves grans preocupacions va ser “el separatisme”. Ho resumeixen força bé aquestes paraules:

EL SEPARATISMO SIN MÁSCARA
José Antonio Primo de Rivera

El mismo desataco a la sentencia del Tribunal de Garantías (equivalent al Tribunal Constitucional actual) sobre la Ley de Cultivos (llei del 1934 aprovada pel Parlament català sobre els drets dels pagesos arrendataris) lo estimamos como un acto de insolencia, pero no en sí mismo, como un atentado al sentido nacional de España. Se trata de un fenómeno de indisciplina jerárquica como el que se produciría si un sindicato de funcionarios se insolentase con el ministro. Nosotros estaríamos frente a un acto así, pero no por exigencias del sentido común, sino por acatamiento a nuestro concepto de Estado…

Es decir, se han dado tales alas al separatismo, que hoy en Cataluña no es un sentimiento clandestino, trasportado en secreto como cosa prohibida…

Puesta así la cosa, desnuda y fría, ante nuestros ojos, tendría que sacudirnos una conmoción de arriba abajo si no hubiésemos perdido por entero la sensibilidad. En España se emplea el sentimiento separatista a plena voz, como instrumento normal de comunicación política, entre los gobernantes de Cataluña y sus gobernados. A esos gobernantes así no sólo les ha entregado España gran parte de su hacienda y el orden público, sino que les ha entregado lo que importa más: la formación del alma de las generaciones nuevas. Horripila pensar cómo van a sentir la solidaridad española esas generaciones nuevas educadas por quienes profesan sin embozo su insolidaridad.

Formar unidades ingentes, como la de España, es tarea de muchas generaciones al servicio de un constante esfuerzo. La gloria difícil de una gran obra pide el sacrificio de siglos. Deshacerla es mucho más fácil: basta dejar que florezca en todas las grietas el separatismo elemental, desintegrador , bárbaro en el fondo, para que todo se venga abajo.

Pero eso ocurre si no se interpone la decisión resuelta de un pueblo, ya formado, que quiere mantenerse a toda costa en su unidad y que hallará entre sus juventudes gentes dispuestas a mandar fusilar por la espalda, sin titubeo, racimos de traidores.

En altres escrits, un pèl posteriors, insisteix en les mateixes idees: … lo que sostenemos es que nada de eso puede justificar un nacionalismo, porque la nación no es una entidad física individualizada por sus accidentes orográficos, étnicos o lingüísticos, sino una entidad histórica, diferenciada de las demás en lo universal por una propia unidad de destino. I continua…”España es la portadora de la unidad de destino, y no ninguno de los pueblos que la integran…Cuando esos pueblos se reunieron, hallaron en lo universal la justificación histórica de su propia existencia. Por eso España, el conjunto, fue la nación. Per tant, José Antonio conclou: España es irrevocable. Los españoles podrán decidir acerca de cosas secundarias: pero acerca de la esencia misma de España no tienen nada que decidir.

Potser en un context europeu cada cop més a les fosques, que presenta algunes inquietants similituds amb els anys trenta, la normalització i el retorn del falangisme no sigui tan estrany…